jueves, 22 de mayo de 2008

Música con Valores Humanos: La orquesta milagrosa

Tienen entre 14 y 26 años. Salieron de la calle y se apartaron de la delincuencia gracias a la música. El domingo pusieron en pie al exigente público de los Proms de Londres en una actuación apoteósica


El PAIS; LOURDES GÓMEZ - Londres - 21/08/2007

"Fantástico". "Soberbio". "Nada igual". "Deben volver". La audiencia del concierto Proms número 48 (cita obligada de la música clásica en los veranos londinenses) no daba crédito al espectáculo que acababa de presenciar en el Royal Albert Hall. La noche del domingo, jóvenes y mayores salían del auditorio intercambiándose elogios. Fuera arreciaba la lluvia, pero muchos aguardaron en cola para saludar a las estrellas de la velada, el director Gustavo Dudamel y los 150 músicos de la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar. Los artistas cautivaron al siempre difícil público del más longevo y reputado de los festivales musicales del Reino Unido con un torrente de emoción, pasión y buen humor.

"Fantástica interpretación. Tocan con increíble entusiasmo, emoción y sentimiento. Y cosa rara en las grandes orquestas, estos chicos disfrutan tocando", exclamaba Martin Dell, asiduo de los Proms. Bob y Martha Hanrott nada hacían para disimular su entusiasmo por el pelotón de artistas, veteranos intérpretes pese a su corta edad: el más joven tiene 14 años, y los mayores, incluido el director, 26.

La pareja británica vestía sendas cazadoras con el estampado de la bandera venezolana que los miembros de la orquesta lanzaron al público. Lo hicieron en un arrebato de histeria colectiva, al final del tercer y definitivo bis del concierto. Hasta entonces, y durante unos 20 minutos, el público aplaudió hasta rabiar, se puso en pie, y taconeó con fuerza el suelo del Albert Hall. Es una costumbre que los promers -los más fieles seguidores del festival- sólo ejercitan en contadas ocasiones. "Nunca había presenciado una reacción semejante", aseguraba la publicista de la BBC, organizadora del centenario evento. "He visto respuestas entusiastas, pero nunca a este nivel", escribía ayer el crítico del diario The Telegraph David Fanning.

Fanning se refería en concreto a la interpretación de la Sinfonía número 10 de Shostakóvich, que abrió el concierto. Descrita por el compositor ruso como "un retrato musical de Stalin", la pieza fluye como un río de encontradas emociones que Dudamel transmitió con delicadeza, paciencia y energía más propia de un rockero que de un director de música clásica. "La emoción y energía de los muchachos es especial. Aman la música. Es imposible no conectar con ellos", reconocía Dudamel después de la actuación.

La Sinfónica Simón Bolívar lleva unos 10 años tocando con su actual composición. Es el fruto más jugoso de un extraordinario programa social (el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela) fundado por el visionario José Antonio Abreu y auspiciado por los distintos gobiernos venezolanos desde mediados de los setenta. Conocido por su abreviación, el Sistema recluta a sus miembros entre los niños de la calle y adolescentes sin recursos económicos. De una Orquesta Juvenil de 11 músicos, que debutó en febrero de 1975, ha crecido hasta reunir bajo su órbita a 250.000 menores, con unas 200 orquestas en todo el territorio venezolano.

"Utilizamos la música como herramienta de rescate de la niñez y la juventud, para apartarlos de la droga y el crimen. Dedican sus horas libres a hacer música y aprenden valores que no encuentran en casa, en la calle, en la televisión", explica en Londres Valdemar Rodríguez, subdirector ejecutivo del Sistema. Entre los valores menciona el trabajo en equipo, la solidaridad, la meritocracia y el esfuerzo personal.

"Entré en el Sistema con cuatro años. Aprendí a tocar el violín y, con 13, me decidí por el clarinete", cuenta Rebeca Ascanio tras su debú con la Simón Bolívar en los Proms. Tiene ya 24 años y da conciertos en el extranjero desde los 17. "Estos chavales se divierten tocando y el placer que sienten al interpretar una pieza les ayuda a superar los inevitables nervios y la tensión de una actuación frente a una nueva audiencia", reconoce Rodríguez.

No sólo los aficionados valoran la iniciativa del maestro Abreu. Simon Rattle, director de la Filarmónica de Berlín, la considera "un milagro" y el horizonte hacia el que debe aspirar "la música de todo el mundo". "No sólo se trata de una cuestión de arte, sino de una profunda iniciativa social. El Sistema ha salvado muchas vidas y continuará salvándolas", ha comentado el maestro de la batuta y abanderado de Dudamel.

Dicen que Plácido Domingo lloró al escuchar a la Simón Bolívar. Pavarotti y Montserrat Caballé también apoyan el programa. Y, entre otros, Claudio Abbado es un asiduo director invitado a las sesiones del Sistema.

El programa exporta su metodología fuera de Venezuela, ayudando a montar experiencias similares en una veintena de países. Las redes del Sistema se sienten en prácticamente toda América Latina y algunas regiones europeas. Una localidad de Escocia acaba de solicitar ayuda a los veteranos venezolanos. No les faltan recursos humanos puesto que el Sistema se nutre de una red de profesores, maestros y ejecutivos que años atrás formaron parte de las orquestas infantiles y juveniles.

"Yo fui un niño del Sistema", recuerda su actual vicedirector ejecutivo. Rodríguez tocó con la que el llama la "vieja" Simón Bolívar. "La nueva", dice en referencia a la que dirige Dudamel, "tiene más nivel, trabaja más y suena mejor". "Cada chaval ensaya unas tres o cuatro horas diarias con su orquesta y muchas más por su propia cuenta. Por otro lado, cada niño recibe al menos una hora de clase individual con un profesor", explica.

Rodríguez asegura que todos los gobiernos invierten "cada vez más" en el Sistema. La subvención estatal ronda hoy en torno a los 75 millones de dólares pero, según admite su vicedirector, "siempre necesitamos más". La ayuda debe cubrir el mantenimiento de los núcleos de las distintas barriadas, los instrumentos, las 200 orquestas y las becas que se reparten entre los más necesitados. Los frutos son obvios. Entre los más visibles, están el propio Dudamel y el contrabajista Edicson Ruiz, quien, con 20 años, fue el más joven intérprete fichado por la Filarmónica de Berlín.

En Londres, Dudamel no dejó pasar la ocasión de honrar la herencia musical americana. Tras la amenazante, melancólica y dura sinfonía de Shostakóvich, aligeró el ambiente con West Side Story, de Bernstein, y tres sensacionales piezas latinas: Huapango, del mexicano Moncayo, inspirada en un baile tradicional que algunos enlazan con el fandango; Danzón número 2, del joven compositor mexicano Arturo Márquez, y Estancia, del argentino Ginastera. "Es importante traer a Europa nuestra música", advierte el apasionado director.

Con la danza final del himno pampero, Malambo, la Simón Bolívar se despidió del Albert Hall brindando un genuino espectáculo de ritmo y movimiento. Se libraron de sus chaquetas negras y, enfundados en cazadoras con los colores de la bandera venezolana, músicos y director demostraron cómo se mueve una orquesta vibrante. Cerraron con éxito el capítulo londinense y con la mirada puesta en la serie de conciertos que darán este mes en diversas ciudades de Alemania. Porque como señala su director, quien se estrena en septiembre como responsable principal de la Sinfónica de Gotemburgo, y, en 2009, dirigirá la Filarmónica de Los Ángeles, "cada concierto es un reto".

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